No creo que haya muchas ocasiones en las que el calendario nos ofrezca tres efemérides musicales de la importancia de las que acabamos de vivir hace solo unos días. La pasada semana se conmemoraron los aniversarios del nacimiento de tres gigantes de lo que conocemos como "música clásica". El 4 de marzo de 1678 nació en Venecia el prolífico compositor y, según las crónicas, genial violinista Antonio Vivaldi. El 1 de marzo de 1810 nació cerca de Varsovia el también compositor y en este caso pianista Frédéric Chopin. Y el 7 de marzo de 1875 veía la luz en Ciboure (Francia) el compositor Maurice Ravel.
Son muchas cosas las que separan a estos tres grandes nombres de la música y una la que los une por encima de cualquier otra consideración: la genialidad de sus composiciones. Estilísticamente poco tienen que ver entre sí el barroco de Vilvadi, el romanticismo de Chopin y el impresionismo de Ravel. Puede decirse, aunque suene un poco tópico, que los tres son hijos de su tiempo y reflejaron en su música la tendencia artística predominante en su época. Por tanto, constituyen un magnífico ejemplo de cuáles eran en concreto los gustos musicales de finales del siglo XVII, principios del XIX y principios del XX. Como ya he señalado en otros post musicales no me voy a detener en detalles biográficos de estos tres compositores, al alcance de cualquier interesado en numerosos sitios de internet. Solo me limitaré a reflejar algunas sensaciones personales cuando escucho la música de alguno de estos tres compositores.
Vivaldi
Por seguir un orden cronológico comenzaré con Vivaldi. El archiconocido autor de "Las Cuatro Estaciones" es, no obstante, el compositor de cerca de novecientas obras de las que cerca de medio centenar son óperas. En su inmensa producción hay también conciertos, música de cámara y música coral. La música de Vivaldi siempre me sugiere ligereza, luminosidad y frescura. Incluso en los pasajes más melancólicos hay algo en su música que invita al optimismo, a tener el corazón alegre y a disfrutar de la vida. Sé que también suena tópico, pero en la música del "prete rosso" se encierra la vitalidad y la luz del sur, las ganas de vivir y de disfrutar y la esperanza de que después de la pena regresará la alegría. Ahora bien, no quiere decir esto que Vivaldi sea un músico blando o frívolo. Basta escuchar algunos pasajes de una de sus numerosas óperas para encontrarnos con un Vivaldi que es toda fuerza y coraje. Comparto este fragmento de su ópera "Juditha Triumphans"....
Chopin
Para mí, Chopin es sinónimo de melancolía, tristeza e incluso tragedia, pero también de serenidad y paz, sosiego y armonía, transparencia y dulzura. Si con Vilvaldi me puedo poner a silbar sus melodías - ahí están "Las Cuatro Estaciones" para probarlo - con Chopin siento ganas de dejarlo todo y concentrarme solo en las notas de ese piano, dejándome llevar por la melodía sin oponer resistencia. Escuchando a Chopin se hace más real que nunca el poder de la música para generar emociones profundas. Pero así como escuchar a Vilvadi me sugiere la luminosidad transparente del sur, escuchar al compositor polaco me transporta a lugares lluviosos o brumosos, bosques y fuentes, tal vez a salones románticos en los que damas y caballeros conversan quedamente o simplemente se dejan llevar también por la música. De la producción chopiniana he elegido para este post el segundo movimiento de su concierto para piano y orquesta número 2, en la interpretación del gran Rubinstein...
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